PACO DÍEZ
crónica: Javi 'musikas'
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Paco Díez está considerado, ya lo saben ustedes y si no se lo repetimos, como una de las figuras claves en el mantenimiento y promoción de la música tradicional peninsular, destacando además por ser un magnífico conocedor de la música judeo española (sefardita) tanto en nuestras latitudes como allende las fronteras. Quizás por ello, su actuación en el Castillo de Torrelobatón, dentro de la programación de las Veladas Musicales de los Castillos (Diputación), fuera una inmejorable ocasión para tomar contacto con su personal forma de entender y divulgar la música de raíz.
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Alejado, en parte, de las formas y los mecanismos de otros compañeros folkloristas (Mayalde o Candeal por poner dos ejemplos distantes en las formas y en los contenidos), Paco Díez practica, dentro de una austera puesta en escena, un método divulgativo serio y conciso que arropa, propone y estimula en el oyente (más o menos avezado) la atención y la curiosidad en forma de pequeños detalles musicales y narrativos. En parte por el uso de instrumentos que han tenido poca presencia en los directos folklóricos, véase la melódica y bella Mandola (más adelante volveremos sobre ella), o bien por las precisas curiosidades etnográficas que entre tema y tema el maestro Paco va desgranando como si nada.
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Y notamos, con agrado, que este hecho cultural ya está recogido y adoptado en los usos y costumbres de los vecinos del pueblo, pues el auditorio fue amplio. Será entonces que la iniciativa funciona y acerca, a la vez que aleja del televisor, a muchos ancianos, con varios de sus nietos, a que visionen ora un espectáculo humorístico ora una actuación más tradicional, donde salen a relucir muchas de las canciones que antaño seguramente recitaban o entonaban en sus casas, o en los oficios religiosos o simplemente en los quehaceres diarios del campo. Era el momento para prestar y dedicar atención a lo largo de la hora y media de directo. Pero en el debe de tan loable iniciativa tenemos que resaltar, que la libre entrada que se permite una vez ha comenzado el concierto, en un ir y venir incesante de personal entre tema y tema, daña y perjudica tanto al artista (lapsus de concentración) como a los espectadores (lapsus de atención). Un aspecto que deberán solucionar, no sabemos si con un cobro simbólico, como el propio Paco propuso en voz alta, o bien directamente con el cierre de puertas una vez comience el recital. Porque Paco, como cualquier otro intérprete, quiere que su auditorio escuche, preste atención y se involucre en las historias que allí se le están mostrando; que sus neuronas, quizás demasiado abotargadas y adormecidas, aprecien el tránsito que desde lo historicista y musical ha tenido la música de raíz hispana, por medio de una arraigada tradición oral entre nuestros padres y abuelos, hasta la rama más humana y cultural de nuestra propia historia. Ritmos, romances, cuentos, leyendas si cabe… que en estos tiempos de la inmediatez, con tiempo para todo pero sin tiempo para aprender y retener nada, padecen, en mayor y menor medida un inmisericorde olvido. En esta larga introducción, no oculto que bastante subjetiva, es donde reside el valor añadido que ofrece nuestro protagonista de hoy. |
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Había mencionado la austeridad de la puesta en escena, para remarcar la importancia que tiene la divulgación –enseñanza- en los directos que Paco Díez ofrece sin su “Bazanca”. En el breve tablado aparecían una Zanfona, acompañada por una Mandola en su diestra y una guitarra en la siniestra, precedidas de un par de micrófonos y un taburete sin respaldo. La entrada y comienzo de actuación sorprendió a los allí congregados. En una nave del actual museo del castillo, comenzaron a sonar diversas notas de una gaita sanabresa. A los pocos segundos aparece Paco con el instrumento al hombro marchando en solemne procesión hacia el escenario. Algunos de los asistentes todavía estaban ubicándose. Este comienzo daría paso al primero de los variados Romances que a lo largo del recital irían sucediéndose… Miguel de prado, La doncella y el caballero, La doncella guerrera… que bien con los suaves acordes de la Mandola o con los más ásperos de la Zanfona, se fueron sucediendo con la solicitada compañía a los coros o las palmas de los allí congregados. Una colaboración que costó arrancar entre el respetable pues en algunas de las romanzas más estaba el público por atender la narración de la historia que por dejarse llevar por la melodía de la misma. |
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No tuvo tanta importancia como en otras ocasiones, pero el aroma sefardí también apareció en la velada. Fue uno de los momentos de la noche la interpretación de La Cristiana Cautiva. Más conocida por sus acordes que por la letra original… De ahí que rápidamente saliese de las gargantas de buena parte del público el ”Donde vas Alfonso XII, donde vas triste de ti ,…” el cual fue coreado por parte del auditorio en los primeros compases de la canción previa provocación del cantante. Una hora y media de actuación final, con dos bises, que arropó a todos los que por el Castillo de los Almirantes nos acercamos en esa tarde de domingo. No queda más que esperar que esta programación siga estable a lo largo de nuevas etapas estivales.
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