CHANO LOBATO
Cafe España
14.02.2003
Allí estaban los dos, Chano Lobato y Fernando Moreno: "Cai y
Jeré". Abarrotado es poco decir para describir el llenazo de público
que acudió al recital de dos grandes tipos, por encima de grandes
intérpretes.
La devoción
que sienten los "aficionaos" por Chano quedó patente en cuanto éste
hizo su aparición en escena: cerrada y larga ovación para
un viejo gaditano que no se ha prodigado demasiado por estas tierras, aunque
sí lo haya hecho por lugares próximos a Valladolid como Zamora
(donde lo podréis escuchar el próximo jueves si os lo perdisteis
el viernes). Una vez demostrada la mutua admiración entre artista
y público, Chano Lobato dio inicio a un concierto que tuvo carácter
de testimonio y lección de gracia sosegada, de maestría cantaora
y de gaditanería a raudales en los cantes que nos regaló:
tangos, soleares, alegrías, bulerías, siguiriyas y cabal,
columbianas, rumbas, fandangos de Huelva rematados por un fandango natural,
tanguillos, malagueña y bulerías de nuevo para despedirse
en un bis sin ninguna estridencia ni ruegos de los asistentes, simplemente
le dijo al guitarrista: "Fernando", mientras le señalaba la silla.
En cuanto a Fernando
Moreno, decir que estuvo magistral, cosa que no será noticia para
los que le conozcan. Tocaor seguro, gran conocedor de los cantes gaditanos
y sus giros rítmicos, brillante cuando corresponde y fiel al servicio
del cantaor en
todo momento.
La única
falta que se le puede poner a Chano Lobato son sus 75 años, bien
llevados a pesar de lo mucho que se queja de su salud. Gracias a que con
Chano no hay quien pueda todavía podemos escuchar ese cante gaditano
cien por cien. Sin él nos
quedaríamos sin el cante de Cádiz, esos cantes que hoy
día apenas si se prodigan. Hace algo más de un año,
cuando se dirigía al auditorio que se dio cita para escucharlo en
la plaza de España de Cádiz, él mismo pronunció una frase en tono de
lamento que sonaba a sentencia: "con lo que ha sío Cai en el
Flamenco". Pero aquí lo tenemos, personal y fiel a las maneras gaditanas
mientras el cuerpo aguante.
Chano, eres grande.
Luis Cañete.
CHANO LOBATO por Ana Alvarado
Hablar con Chano Lobato es recibir una lección viva de historia
del flamenco. Del arte y de paso de la vida misma.
El día 14 de Febrero, con motivo de su actuación en Valladolid,
me colé en su camerino con la invitación de mi querido Fernando
Moreno (“pasa, me dijo, está muy nervioso y tu compañía
le va a venir muy bien”) y allí disfruté de un rato impagable.
Me encontré con un hombre mayor y del que se podía ver
que era todo nervio: su aspecto, muy delgado, su chorro de charla imparable,
sus movimientos de manos, y sobre todo, sus ojos, unos ojillos que nunca
llega a abrir del todo y que a mí me hicieron pensar que tenía
sueño… ¿sueño? Qué equivocada estaba. Este
hombre no va a poder hacer ni un cante, pensé. Le salía un
hilillo de voz y carraspeaba continuamente quejándose del frío
y de que se les había juntado muchas actuaciones por el Norte, que
es como los andaluces llaman a cualquier punto más arriba de Madrid.
“No le digas que hay mucha expectación, me dijo Fernando, el
guitarrista que lo viene acompañando en estos últimos tiempos,
porque se pone más nerviosos todavía, pero sí dile
que hay mucha gente joven, eso le gusta”.
Y Chano empezó, a salto de mata, a contarme cosas de su vida
(las está recogiendo en un libro), exactamente igual que cuando
actúa, que comenta lo que se le viene a la cabeza. Y mientras tanto,
muchas llamadas de teléfono, al movil de Fernando, porque él
no sabe utilizar ni el mando de la tele (si no fuera por Fernando…) y le
llamaba Rancapino, que al día siguiente actuaría en nuestra
Peña (“pero cómo, ¿que estás en Madrid? Pero
Ranca, si yo quería verte, que te quiero hijo, ojú qué
arte tiene mi Ranca…”) y asi un montón de otros. Y se le prepara
su vasito de agua con azúcar por lo de la diabetes… y ya empieza
a romper voz. Hasta luego, maestro. Nos vemos después de la actuación.
¡qué transformación en el escenario! Ese hombrecillo
cuya mano había tenido agarrada entre las mías intentando
darle calor se había convertido en otra persona. Los ojos, pícaros…
y de repente esa voz, y esa gracia que sólo se puede tener en Cádiz.
Qué noche, maestro, y qué guitarra la de Fernando, que todo
lo que tiene de voluminoso lo tiene de buen artista y gente buena.
Que sigamos así. La cosa promete. Si no da una espantá,
el próximo día Agujetas. Ahí es nada.
Ana Alvarado García, Secretaria de la Peña Flamenca LA SIGUIRIYA.
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