El
término graffiti es de procedencia
italiana (“graffiare” o garabatear). Decir que
su plural es el sustantivo graffiti, no graffitis,
es decir, estaríamos hablando de los graffiti o, como
se diría en castellano, los grafitos (letrero o dibujo
trazado o garabateado en paredes u otras superficies de carácter
popular y ocasional), aunque veremos que esta definición
quedará invalidada varias veces a lo largo de este
texto.
Se tiene conocimiento de que ya los romanos “guarreaban”
las paredes y los sitios públicos con profecías
y protesta con un incontenible deseo de compartirlas con sus
ciudadanos. Pero sabemos que tiene antecedentes más
remotos aún en el tiempo. Escribir sobre los muros
es un impulso tan antiguo como los indicios de racionalidad
del ser humano: Los macedonios, los griegos o los antiguos
egipcios con sus indescifrables jeroglíficos ya utilizaban
esta superficie como soporte de su escritura y de su arte.
Pero quizás el ejemplo más significativo y a
la vez el más antiguo sea el de las pinturas rupestres
realizadas en las paredes de las cuevas por el hombre primitivo.
Las representaciones de animales, de escenas de caza, etc.
No tenían otro objetivo que el de satisfacer uno de
los más ancestrales instintos del hombre: El de comunicarse.
Hasta
el siglo XIV la pared ha sido uno de los principales soportes
de la producción artística (recuérdese
la pintura mural). Sin embargo, en la actualidad, éste
no es un espacio creativo libre, sino un espacio clausurado
por el poder que históricamente se ha reservado su
usufructo. Tanto es así que este fenómeno espontáneo
ha llegado a interpretarse como una amenaza, una transgresión.
Podría decirse que la ley ha prohibido el libre acceso
al mayor lienzo del mundo y, precisamente por eso, éste
se ha llenado de trazos incontrolables, extendiéndose
a todo tipo de superficies. El muro y sus extensiones metonímicas
(puertas, mobiliario urbano, vagones, autobuses...) pasan
a ser el soporte de lo que venimos hablando: El graffiti.
Una de sus muchas definiciones podría ser: “Acto
de escribir (nombre) o representar (símbolo que nos
identifique o con el que nos identificamos) en una superficie
ajena”. Si lo miramos desde este punto de vista, casi
todo el mundo habría hecho graffiti , por ejemplo las
inscripciones en los árboles co una navaja (Jose x
María), paredes (¡Ala Madrid!), pintadas en las
mesas del colegio, frases en retretes públicos... y
un largo etcétera. Ese gesto tan humano que deja nuestra
huella, un “pedacito” de nosotros mismos tan personal,
ese acto tan íntimo y a la vez tan público no
deja de ser la exteorización de un sentimiento... Lo
que curiosamente coincide con una de las definiciones del
término arte. Pero... ¡Cuidado!
Lo que hoy en día entendemos por graffiti y la fuerte
personalidad que está cobrando nos adentrará
en unos laberintos de creatividad y de posibilidades infinitas
que más tarde veremos, y que nos harán darnos
cuenta de que, aun siendo una cultura cronológicamente
reciente (unos treinta años) se anula toda posibilidad
de calificarla como una moda, puesto que
trae a sus espaldas ya tres generaciones y la llegada de una
cuarta. Además de la comercialización que hoy
en día produce este fenómeno, los numerosos
e importantes eventos, todas las publicaciones y sobre todo,
ese espíritu urbano y esa siempre presente necesidad,
hacen de ésta una cultura sólida, a pesar de
estar en manos de gente de la calle y precisamente sorprende
que ante esta, digamos... "Integración",
siga conservando su espíritu ilegal.
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Es
concretamente a finales de los sesenta cuando los concienciados
activistas políticos y los no tan concienciados miembros
de las gangs (las bandas callejeras) retoman este
antiguo método de comunicación de escribir en
los muros: Los primeros para hacer públicas sus protestas
y los segundospara delimitar su territorio.
Poco después en la ciudad norteamericana de Filadelfia
el bombing (bombardear, acto de
pintar el nombre por todas partes) sienta los primeros antecedentes
del graffiti tal y como hoy lo conocemos: Bombardeo de jóvenes
artistas de las paredes de la ciudad con su nombre o apodo
con la finalidad de llamar la atención de la sociedad
y de los medios. Pronto esto evolucionó y se trasladó
a la parte sur del barrio neoyorkino del Bronx (SouthBronx),
donde el arte del writing (escribir
en paredes y vagones) toma la morfología definitiva
de diálogo con la sociedad en general. Va a ser ahí,
en Nueva York, donde se desarrolle plenamente esta cultura
y evolucione hasta donde hoy la conocemos.
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