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Se
sabe que los primeros utensilios para dibujar en los vagones
de metro eran en principio pinceles y pintura hasta el descubrimiento
del spray (aerosol). Empecemos por
establecer un orden arbitrario para poder hacer una clasificación,
por ejemplo rotuladores y aerosoles
(puesto que son los más importantes) y luego otros
métodos.
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En
un principio valía cualquier cosa. Por ejemplo, en
el Nueva York antiguo, Pray utilizaba una llave con la que
rasgaba su nombre en los metales pintados (más tarde
se descubriría que Pray era una venerable anciana que
se dedicaba a poner su nombre al más puro estilo writer).
Los primeros marcadores eran de un tamaño pequeño,
el tradicional Edding 2000 de unos
pocos milímetros de grosor y punta redonda es un buen
ejemplo hasta que se instaló con éxito el Pilot
de punta cuadrada de 1x1 cm. Fue muy utilizado por los escritores.
Algunos querían ir más allá e incluso
se fabricaban sus propios rotuladores utilizando envases de
pegamento con sistema de muelle (lo que hoy se conoce como
camaleones), botes de pegamento
de barra vaciados y con una punta casera acoplada. Generalmente
se usaba la esponja de los borradores de las pizarras del
colegio (eso sí, sin estrenar, puesto que si estuvieran
usados, las partículas de tiza podrían obstruir
el paso de la tinta). Incluso se llegaban a rellenar recipientes
de Canfort para zapatos. El repuesto preferido solía
ser laca de bombilla, un material bastante económico
y viable además de disponer varios colores. El inconveniente
es su poca resistencia al sol, dejando los tags prácticamente
invisibles después de varios días.
Con el tiempo los rotuladores caseros han dado paso a otros
más sofisticados. Aparte de rotuladores de tinta aparecen
rotuladores de témpera, con lo que ahora, aparte de
haber más colores, los que hay son cubrientes, es decir,
existen colores claros aptos para escribir en superficies
oscuras, lo que hizo que se ampliasen el número de
superficies susceptibles de ser atacadas. Generalmente se
los llama Posca, debido a que la
marca más extendida se llama así. Llevan un
sistema de muelle y bola mezcladora debido a que los materiales
que contiene son más espesos que la tinta y hay que
asegurar la fluidez.
No sólo varió la tinta sino también el
grosor de los rotuladores. Desde el camaleón de 1,5x1
cm de punta, pasando por el 20mm de 2x1cm y llegando hasta
un linterna de 3x1cm, lo que da
más vistosidad y mayor tamaño a las firmas.
Pero la escala sigue subiendo y nos encontramos con el Ultra
Wide o espátula,
que aumenta el ancho a 4cm (aunque es más fino y más
estrecho, de ahí el nombre de espátula y que
parezca un desodorante). Haze, un viejo escritor noyorkino,
se especializó en su uso. Por si esto fuera poco el
último invento del mercado ha desencadenado en el Biggie,
llevando la punta a un grosor de 5x1cm, casi el doble que
la revolucionaria linterna. Desde el punto de vista comercial
la cosa acaba aquí, pero en ansia de los escritores
en su búsqueda del “todavía más”
les lleva a sacarse a la calle una esponja y humedecerla con
tinta. El resultado es de imaginar: Trazos tan grandes como
el tamaño de la esponja. Y, sin duda, el último
grito: Derramar directamente la tinta del bote sobre la superficie
¿Es este el grado extremo? No, por si fuera poco ya
no basta con el tamaño o la cantidad de tinta derramada
sino que ahora se busca que ésta sea indeleble. Hacia
el 98 nos llega desde Italia la temeraria tinta Inferno
originaria para tintar zapatos y pieles que pasa a sustituir
a la tradicional Industrial (más
negra pero más fácil de eliminar) que hasta
el momento se había estado usando en España.
Los escritores cargan sus rotuladores con esta tinta, cuya
principal característica es la de su poder de penetración
en los poros de las superficies más pulidas, haciendo
en algunos casos imposible la eliminación total de
la pintada, tornando su original color negro en un gris de
un tono bastante oscuro después de un duro frotado
incluso con los más fuertes disolventes. No contentos
con el ya debastador poder de la tinta milanesa, los escritores
le añaden “pluses” a la sustancia, como
por ejemplo el aceite negro residual de los motores de coche,
o una especie de bolas que se desacen convirtiéndose
en un polvo negro que fomenta el agarre de la tinta a la superficie.
Todo ésto, especialmente la tinta Inferno, trae de
cabeza, por un lado a los dueños de los comercios que
demandan una solución al problema, y por otro pone
en jaque a las autoridades, una vez más.
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Pero sin duda, la técnica por excelencia del graffiti
es el aerosol, el spray. Las razones
son su convencionalismo, sus abundantes colores ya mezclados,
su relativa limpieza, su fácil uso... Aunque todas
estas ventajas de las que hoy gozan sus usuarios no son
otra cosa que el fruto de la evolución de los primeros
propelentes técnicamente muy pobres. Aunque nos ceñiremos
más en concreto al caso español, cabe mencionar
algunas de las marcas que se usaban en los inicios del writing
en Nueva York por su importancia: Los genuinos Krylon,
los Rust-Oleum o los Red-Devil
son los más destacados entre muchos otros (Lucas,
Broma, Utilac, etc).
En España a mediados de los ochenta destacaba la
marca Novelty, que podían
encontrarse en tiendas de barrio, droguerías, etc.
Los botes se presentaban en envases de 200 ml y 400 ml.
A pesar de su gran capacidad cubriente la gama de colores
era muy escasa, por lo que también se comenzó
a utilizar la marca Duplix, pintura
especial para coche, que ya se encontraba en grandes almacenes
y tiendas especializadas, aunque esta pintura era más
acuosa y cubría peor, puesto que estaba pensada para
retoques y no para grandes superficies. Otra marca a destacar
era Pictex, una pintura muy cubriente,
tanto que se obstruían con facilidad. Su precio era
muy económico lo que provocaba grandes colas en el
Rastro de Madrid los Domingos por la mañana (desde
las 6:30-7:00) puesto que era el único sitio donde
se vendían.
A pricipios de los noventa la mítica Spray
Color era mejorada por Felton
Spray, llegando a ampliarse aún más
la gama, pero todavía era insuficiente. Esto, una
vez más, tocó la fibra sensible de los escritores
sacando a relucir su ingenio creativo. Se inventó
la manera de mezclar los colores pasando la pintura de un
spray a otro ¿El método? El gas de uno de
los botes se calentaba y el del otro se enfriaba. Luego
se le quitaba a los dos difusores el punto por el que salía
la pintura y en los nuevos orificios se introducían
los dos extremos de un tubo de tinta gastado de un bolígrafo
Bic. Se insertaban cada boquilla en el correspondiente
bote, se presionaba a la vez y el bote con aire caliente
llevaba la pintura al otro consiguiendo que se mezclasen
los dos y obteniendo un tercero. Había una manera
similar que consistía en inyectar pintura directamente
a un bote, habiendo sido éste previamente congelado
para evitar que se escapase el gas o la transfusión
directa de un bote a otro mediante un trozo de tubo de Bic.
Hacia
el 92 surge en Barcelona un cambio importante cuando dos
escritores (Moockie y Kapi) abren Game Over,
la primera tienda en nuestro país especializada en
graffiti. Se dedicaron a la venta de Felton Spray y posteriormente
empezamos a oír la marca Montana,
que es la líder actual.
En cuanto a los difusores nos encontramos
con dos tipos de boquillas o caps:
Macho y hembra. Las primeras en la parte inferior tienen
un tubito que entra en la válvula del bote hembra.
Las segundas al contrario, tienen en la parte inferior un
hueco en el que entra el tubo del bote macho. A su vez las
boquillas, independientemente de que sean macho o hembra,
tienen diferentes característica en cuanto al tipo
de trazo que realicen (finos o gruesos, limpios o difusos,
redondos o direccionables...). Nos encontramos entonces
con los Fat cap (boquillas de
trazo grueso) que sueltan más cantidad de pintura,
son capaces de hacer un trazo con un grosor de 20 centímetros,
por lo que son idóneos para rellenar grandes superficies.
Por otro lado están los Skinny cap
(boquillas de trazo fino) que sueltan menos cantidad de
pintura permitiendo trazos de varios milímetros,
ideales para detalles. Las skinny han pasado a sustituir
el viejo truco de meter una aguja en el punto difusor para
obstruirlo y reducir el grosor del trazo. Otro elemento
diferenciador de boquillas es el hecho de que tengan falda
(siendo más ancha y cómoda para el dedo) o
no. Actualmente existen las llamadas crestas
(boquillas con falda pero de cabeza estrecha) con una forma
hergonómica que se adapta perfectamente al dedo de
su usuario.
Hoy en día los botes más destacados y utilizados
a nivel mundial son los de la marca española Montana.
La razón es que está concienciada de que los
consumidores más habituales de spray son los escritores
de graffiti y ésto le ha llevado a hacer mejoras
tanto en la calidad de la pintura, como en el diseño
de los botes, accesorios, productos... Siempre encaminándolos
en este campo. Podrían destacarse otras marcas a
nivel europeo como Felton, CRC, Sparvar, Belton,
Molotov...
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Por
último mencionar otros elementos alternativos a estos
dos como los rayadores (piedras o bujías)
para cristales, destornilladores para chapas,
rodillo y brochas con
pintura plástica, ácidos
que corroen el cristal de manera permanente o incluso tizas,
velas... Llegando hasta la más tolerante
de las nuevas tendencias: Las pegatinas, carteles
y demás intervenciones urbanas que veremos con detalle
más adelante.
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